En los últimos 50 años se han invertido cuantiosos recursos internacionales, nacionales y departamentales en el sector de la investigación y desarrollo rural de Bolivia, con el fin de aumentar la generación y adopción de tecnologías para mejorar el bienestar de los ciudadanos de las zonas rurales. Sin embargo, los resultados obtenidos han sido inferiores a las expectativas. Existen numerosos casos en los que no se han encontrado puntos de encuentro entre los agricultores, los servicios técnicos y financieros, los transformadores de alimentos y los comerciantes, que permitan la generación de mayores beneficios ambientales y socioeconómicos para las poblaciones rurales más vulnerables.
Actualmente se visualiza una línea de actuación que presenta a los pequeños agricultores como “los dueños del problema” y a las instituciones públicas y privadas de innovación como “dueñas de las soluciones”. Pero esta relación entre oferentes (instituciones u organizaciones) y demandantes (pequeños agricultores) no siempre resulta en beneficios para ambas partes. Este artículo narra la experiencia de las Escuelas de Aprendizaje Rural en la Acción (EARA) como alternativa para organizar la acción colectiva de comercialización.
Las Escuelas de Campo de Agricultores como punto de partida
En abril de 2011, con el objetivo de promover la mayor participación de los agricultores de pequeña escala en la adopción de nuevas prácticas, los técnicos de la asociación Red de Apoyo al Sector Productivo (RASP) comenzaron el fortalecimiento de las plataformas de innovación del cultivo del maíz y el maní en los Municipios de Yacuiba y Entre Ríos, departamento de Tarija. Las plataformas de innovación, consideradas como espacios de concertación entre la oferta y la demanda tecnológica, dirigidas por agricultores, implementaron las Escuelas de Campo de Agricultores (ECA) para el manejo integrado de estos cultivos. A través de las ECA, las plataformas introdujeron en las parcelas de los productores de la región prácticas como elaboración y aplicación de bioinsumos preparados artesanalmente para el control de plagas y enfermedades, nutrición de cultivos, selección de semillas y laboreo mínimo. A finales de 2012 ya existían 17 grupos organizados como ECA, conformados por grupos de entre 10 y 15 agricultores, quienes difundieron estas nuevas prácticas y lograron reducir la aplicación de pesticidas y el número de labores en sus degradados suelos.
El equipo técnico organizó dos talleres para evaluar los resultados de toda la campaña y proyectar el nuevo ciclo agrícola, uno en noviembre 2012 y otro en agosto 2013. En estos talleres se confirmaron los efectos positivos de las ECA en las familias participantes, tanto en su organización como en su entusiasmo por seguir experimentando.
En los talleres de evaluación, el equipo técnico de la RASP descubrió que las familias participantes veían que el cultivo de maíz y maní no les ofrecía ingresos suficientes, y que los precios del quintal de granos para consumo eran inestables y con tendencia a disminuir. Las familias expresaron su interés en diversificar su producción e incursionar en la transformación de su producción de maíz y maní para generar mayores ingresos y aumentar el empleo familiar. Posteriormente –con cierto escepticismo– el equipo de técnicos organizó visitas a las comunidades y entrevistó a decenas de familias, comprobando el interés de las familias en diversificar sus sistemas de producción, transformar las producciones de maíz y maní en refrescos, dulces, turrones, bombones, balanceados para la alimentación animal e incluso lanzarse al cultivo de hortalizas y a la producción de embutidos. En septiembre de 2013 se reportaron 17 nuevos grupos interesados en transformar su producción e irrumpir en el mercado. Esta forma organizativa, por la cual diferentes familias se unen con el objetivo de transformar su producción primaria para comercializarla, se denominó Grupo de Aprendizaje, y lo constituyeron entre 10 y 15 personas. En estos grupos hubo un marcado liderazgo de las mujeres.
Las Escuelas de Aprendizaje Rural en la Acción, una alternativa
Aun cuando algunos de estos grupos de aprendizaje no estaban concebidos dentro de los rubros maíz y maní –que era la idea inicial de las plataformas de innovación–, los técnicos de la RASP decidieron aprender cómo catalizar la acción colectiva de estos agricultores y de las agricultoras devenidas en transformadoras. En este periodo el equipo de la RASP tuvo algunas dudas, entre las cuales destacó el hecho de que el trabajo de algunos de los grupos de aprendizaje no correspondía a los rubros priorizados por el proyecto que estaban implementando; pero también el que las ONG que prestaban servicios de asistencia técnica a los agricultores en la producción no tenían experiencia para mejorar los sistemas de los pequeños productores.
A fines de julio de 2013 el equipo técnico de la RASP estaba convencido de que constituir los grupos de aprendizaje era una idea fresca, con potencial impacto en la diversificación del empleo y de las fuentes de ingreso de las familias rurales, y que las ONG que prestaban servicios estaban aprendiendo en la práctica cómo interactuar con varias disciplinas. De este modo, al proceso de creación y desarrollo de estos grupos de aprendizaje para transformar y comercializar sus productos se le nombró Escuelas de Aprendizaje Rural en la Acción (EARA).
El currículo de las EARA
Con el objetivo de entender con más detalle las prácticas curriculares de las EARA, el equipo técnico describió en una línea del tiempo las acciones relevantes del grupo de aprendizaje Nueva Vida, de la comunidad de Timboy, municipio Entre Ríos. Este grupo tenía como objetivo la producción y certificación de semillas mejoradas para el mercado local.
Una vez que se dibujó la línea de tiempo se extrapolaron los conceptos pedagógicos de aprendizaje en la acción que siguió el grupo Nueva Vida.
Al periodo que transcurrió entre el momento en que los agricultores tuvieron claros sus intereses (agosto 2012) hasta el momento en que vendieron las semillas y decidieron replicar el proceso para sus semillas criollas o nativas (septiembre 2013), se le denominó Ciclo de Aprendizaje. Las actividades claves de este ciclo fueron denominadas Módulos de Aprendizaje. El objetivo de producir semillas para la venta fue considerado como el Desafío o Producto del Aprendizaje.
En la EARA Nueva Vida se identificaron tres tipos de participantes:
a) Grupos de Aprendizaje, integrados por familias productoras-transformadoras de semillas mejoradas, interesadas en emprender una acción colectiva con enfoque de mercado. Aquí también se identificó a los líderes o “campeones”del grupo de aprendizaje.
b) Catalizadores, grupo conformado por los técnicos de la RASP que facilitó la interacción de los grupos de aprendizaje con los actores de los sectores público (alcaldía, subgobernación Entre Ríos, Instituto Nacional de Innovación Agrícola y Forestal – INIAF) y privado (Centro de Estudios Regionales – CERDET, Fundación Cultural Loyola – ACLO), emisoras de radio, productores y consumidores de semillas).
c) Grupo de personas, integrado por representantes de las organizaciones públicas y privadas mencionadas, que entraban y salían del ciclo de aprendizaje.
La discusión de los autores de este artículo condujo a identificar el concepto de Escenario de Aprendizaje, es decir, el espacio en que el grupo de aprendizaje Nueva Vida accedió al conocimiento de prácticas que contribuyeron al logro de sus objetivos. Se pudo detectar que primaron dos tipos: uno local, en el cual el grupo de aprendizaje desarrolló sus acciones, y otro externo, que tuvo la experiencia de difusión participativa de las semillas, desarrollada por el Programa de Innovación Local de Cuba. Resulta interesante que, en las EARA, los grupos de aprendizaje enfrentaron una diversidad de desafíos que abordaban más de una disciplina e interactuaron con una considerable diversidad de actores. Esto obligó a que los técnicos no se limitaran a brindar asistencia técnica sino que se desempeñaran como conectores o catalizadores entre los líderes de los grupos de aprendizaje y el mercado de semillas, los servicios de certificación y otros actores públicos y privados.
Las EARA facilitaron la interacción de las familias emprendedoras con los actores públicos y privados, lo que demostró que son una alternativa para fortalecer las plataformas de innovación para el incremento del empleo y los ingresos de la población rural. En este proceso resalta el grupo de aprendizaje Nueva Vida, cuyos integrantes decidieron –en un primer ciclo de aprendizaje– agruparse para producir semillas mejoradas de maíz y han declarado su interés en organizar una EARA para comercializar semillas criollas certificadas. Este nuevo desafío obliga a romper esquemas y generar mayores ganancias y conocimientos, más allá de las tradicionales prácticas de cultivo del milenario maíz.
Humberto Ríos LabradaRepresentante del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (ICRA) y consultor del Programa de Innovación Continua de la Cooperación Suiza para el Desarrollo.
burumbun@yahoo.com
www.icra-edu.org
Jaqueline Padilla Castro
Andrés Zamora Auzza
Pablo López Ávila
Gestores de innovación de la Red de apoyo al Sector Productivo (RASP)
Víctor Durán Saavedra
Director de de la Red de apoyo al Sector Productivo (RASP)
Agradecimientos
Los autores agradecen al Programa de Innovación Continua de la Cooperación Suiza para el Desarrollo (COSUDE) por el apoyo financiero brindado para poder desarrollar esta experiencia. De igual modo se agradece a Juan Ceballos, coordinador de formación del Centro Internacional de Investigaciones Aplicadas al Desarrollo (ICRA) por las continuas discusiones sobre el aprendizaje en la acción que hemos tenido, las cuales han fertilizado este artículo.