El conde húngaro que escapó de la guerra, creó un negocio millonario en la Argentina y vuelve a emprender a los 80

Nicolás Keglevich nació en Hungría en 1939, en el seno de una familia noble cuyo título (de conde) le había sido entregado por el papa Clemente VIII y contaba con un total de siete castillos. «Nací con la guerra bajo el brazo», es la frase con la que él mismo inicia el relato de vida en Nobleza Obliga, el libro de su autoría en el que relata la odisea que comenzó con la valentía de su gobernanta, quien logró salir del país con él y su hermana escapando de la guerra y de los comunistas, quienes iban contra los nobles, específicamente.

La vida de Keglevich pasó por el reencuentro con su padre y con su madre, quienes perdieron todo tipo de bienes, para luego llegar a Brasil y de allí, cuando cumplió la mayoría de edad, a Buenos Aires. En esta ciudad, años después (1971) y tras hacer todo tipo de trabajos, fundaría Assist-Card, firma que vendió en 2011 a Starr International y que hoy dirige su hija Alexia con el cargo de CEO Global.

Radicado en Miami, Keglevich estuvo de visita en la Argentina en diciembre y recibió a LA NACION. Lejos del retiro, los 80 lo encuentran al frente de un nuevo negocio, en un recorrido que comenzó en 2012 y llega hasta el lanzamiento, en 2018. Se trata de Gego, un sistema de trackeo que permite localizar desde el equipaje hasta paquetes y mercaderías en cualquier lugar del mundo.

«En Assist-Card aprendí muchas cosas y una de ellas es que la gente, cuando viaja, se preocupa por su equipaje», arranca Keglevich , quien hace un diagnóstico sobre la situación actual: «Los equipajes se pierden porque se manejan igual que hace 100 años atrás. La diferencia es que hoy hay miles de vuelos por día», explica, y cita una cifra de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés) que determina que, en total, las aerolíneas destinan, en promedio, US$3600 millones solo para la gestión del equipaje extraviado.

A esto, Keglevich adhiere que la responsabilidad de esta gestión no recae sobre las aerolíneas sino sobre los aeropuertos. «El 80% de los equipajes que se extravían lo hacen en el origen y no en el destino. Si la maleta en vez de irse a París se fue a Nueva York, la compañía aérea no sabe dónde está, tiene que esperar a que alguien en el universo le informe que la encontró», ejemplifica.

A esta dificultad, agrega que para que los distintos bultos transportados vía aérea tengan una lectura técnica se necesita un lector de 360 grados. Esa inversión resulta compleja, dado que cada uno representa una inversión de US$38.000. «Hay aeropuertos, como el de Miami, que tienen 450 cintas de equipajes. Las compañías que tienen sus propios hubs lo pusieron de su propio bolsillo, pero cuando esa valija va otro aeropuerto, esa información se pierde», aclara.

Ante esta situación, el empresario vio un negocio. Contrató un equipo de técnicos y en 2013 lanzó su primer dispositivo: LugLoc, un localizador de equipaje que a partir de la tecnología GSM y 2G permite trackear el equipaje desde una app que se descarga en el celular.

Keglevich fue el primer empresario en presentar un producto que no estaba relacionada al negocio aéreo en una conferencia de IATA. Fue en 2013, en Chile, allí ante 450 ejecutivos, y creyó haber dado en la tecla. Sin embargo, no recibió ningún pedido de compra.

«Entendí que, para ellos, sería como ir al mejor restaurante de Buenos Aires y que el cliente recibiera la cuenta con un Alka-Seltzer [un antiácido]. Las compañías aéreas no reconocen que pierden el equipaje», dice.

Lejos de rendirse, Keglevich lanzó, en 2018, Gego, sistema que funciona con el sistema 3G y cuenta con una tecnología «más avanzada». «Sirve para la maleta al igual que LugLoc, pero también para otras cosas más. Tiene muchas aplicaciones, empezamos a venderlo para el seguimiento de paquetes, porque permite determinar la temperatura de los productos, algo que sirve para muchas industrias», destaca.

Además, cuenta con una tecnología creada por su equipo y patentada en Estados Unidos, que funciona bajo las normas de la Administración Federal de Aviación (FAA), que hace que el propio dispositivo se apague al estar arriba del avión y se prenda solo abajo.

Al momento, ambos dispositivos pueden encontrarse en Estados Unidos y Europa. Detrás de ellos trabajan 10 personas y una inversión propia que prefiere no develar, pero cataloga en «millones». A pesar del «no» de las líneas aéreas, firmó para incorporar el dispositivo con firmas de equipaje de la talla de la francesa Delsey. ¿Puede llegar a la Argentina? «Es complicado», dice.

Fuente: La Nación