El Vaticano lanza su propia aceleradora de ‘startups’

La Santa Sede impulsa una incubadora de empresas, creada a partir de una encíclica del Papa Francisco, que se centra en el desarrollo de proyectos éticos.

Cuenta Bertha Jiménez que la idea de procesar los desechos para obtener ingredientes surgió con un grupo de amigos de la Universidad de Nueva York. El proceso se conoce como simbiosis industrial y Jiménez explica que la harina producida por su empresa, Rise Products, ya se puede encontrar en las preparaciones de un puñado de panaderías y restaurantes de la Gran Manzana y alrededores. Rise Products es una de las nueve startups que han sido seleccionadas para formar parte de la primera aceleradora de empresas del Vaticano. Se llama Laudato Sí Challenge (LSC) y ha sido creada a partir de en una encíclica del Papa Francisco, a su vez inspirada en un cántico de San Francisco de principios del siglo XIII. La iniciativa ha sido impulsada por el cardenal Turkson y por un conjunto empresarial liderado por el norteamericano Eric Harr y financiada por un grupo de inversores y venture capitalist internacionales. Laudato Sí (bendito sea) persigue el desarrollo de iniciativas empresariales que beneficien el medio ambiente, propongan nuevos modelos industriales que reduzcan las emisiones y ayuden las comunidades desfavorecidas.

Para desarrollar sus proyectos, las compañías seleccionadas el año pasado han recibido una financiación inicial de 100.000 dólares (unos 85.000 euros) y la asesoría de un mentor durante seis meses, dos de ellos en Roma, entre la Santa Sede y la incubadora LSC. A cambio, LSC tendrá una participación en las ganancias. “La experiencia del Vaticano es un ejemplo de un fenómeno más amplio” explica Leonardo Becchetti profesor de economía política de la Universidad Roma Tre y autor de Next. Una nuova economia è possible, un ensayo sobre las posibilidades que abre la nueva economía de desarrollar modelos sostenibles y rentables. “Se está produciendo una clara hibridación entre la visión esquizofrénica que prima las ganancias y la filantropía que busca formas de rentabilidad para ser más eficiente y más independiente”, abunda. Tan solo en Italia el Observatorio de la universidad Roma Tre sobre la economía ética, dirigido por este profesor, ha identificado 400 ejemplos de grandes compañías, pequeñas empresas o startups que intentan resolver un problema generado por una distorsión productiva, una planificación urbana no eficiente o un sistema laboral no inclusivo.

El proceso viene de lejos, pero ha tomado nuevo impulso con los caminos abiertos por la tecnología. La idea es que en muchos casos resolver un problema puntual puede generar también efectos positivos a larga escala. “Para un emprendedor es mucho más estimulante la perspectiva de generar un impacto positivo en la sociedad que tan solo crear trabajo. Pero la rentabilidad no deja de ser el elemento principal que permite a estas experiencias seguir adelante”. Explica Roberto Magnifico, miembro del consejo de administración de LVenture Group (uno de los inversores de LSC), que para muchas startups con una vocación ética la dificultad más grande se encuentra en hacer cuadrar los intereses de los empresarios con los de los inversores, que normalmente suelen apostar por modelos seguros. Añade, sin embargo, que las actividades empresariales nunca surgen en respuesta a una única necesidad, sino que desarrollan sistemas que intentan crear una solución a un conjunto de necesidades sociales.

Magnifico, que ha asesorado a las startups a diario durante el tiempo que han pasado en la incubadora impulsada por El Vaticano, remarca el papel fundamental que han tenido las nuevas tecnologías —entre ellas la posibilidad de crear empresas a costes muy reducidos gracias a los servicios en la nube o el alcance de las redes sociales en la comunicación— para crear una democratización de los procesos. “Los riesgos son muy altos, pero esto no significa que no haya que perseguir este objetivo”. Entre las empresas que han formado parte de LSC y ya han dado sus primeros resultados se encuentra Scooterino, una especie de Uber de las motos fundado por Oliver Page, un joven de 24 años de origen norteamericano residente en Roma. Hace unos años, Page tuvo que esperar durante 45 minutos el autobús que tenía que llevarle al barrio Monti, donde había quedado con unos amigos. En el tráfico congestionado de la capital italiana el coche tampoco podía ser una solución, con lo que a Page se le ocurrió la idea de crear un sistema para compartir viajes en moto. Desde entonces Scooterino ha alcanzado los 30.000 viajes.

Otro proyecto, enfocado en la mejora de las condiciones de vida en los países en desarrollo, es Nokero. La joven empresa produce bombillas solares distribuidas mayoritariamente en entornos no electrificados. Su objetivo es remplazar el uso del queroseno, muy común todavía en países en desarrollo. Además de tener un altísimo impacto ambiental, este combustible supone un coste cercano a unos 30.000 millones al año para las familias de bajos ingresos, según las estadísticas ofrecidas por la empresa. Seis bombillas de Nokero salen por unos 45 euros.

Todas las startups apoyadas por la Santa Sede se han reunido este martes en Roma para presentar sus proyectos ante una platea de inversores que representan activos estimados por los organizadores en algo menos de unos 30.000 millones de euros. «Los hombres de negocios en realidad son socios de Dios en la creación al traer todos los recursos de la naturaleza para el uso y el bienestar de las personas humanas”, declaró el Cardenal Turkson con ocasión de la presentación. “Bendita sea mi hermana, la tierra”, escribía San Francisco. Parece mentira que hayan pasado ocho siglos.

 

FUENTE: RETINA.COM